La Última Vez
Y un día llevé a la más pequeña de mis hijas a hacer su examen de admisión universitario; y así es como me di cuenta que los años transcurrieron y se cumplía la profecía de la vida nacer, crecer...
Ya no me tocó, ya no tendré la necesidad de acudir a comprar, ni me encargaré más de llevarlas a medirse zapatos colegiales, sus tenis blancos, los uniformes de gala para los lunes, el del diario y el de deportes que me encargaba de tenerlos limpios y planchados los fines de semana; las loncheras que con media hora de anticipación ya tenía listas para que se alimentarán y al regresar me alegraran diciendo cuánto es que les gustó.
Ya jamás debatiré con sus amistades imaginarias, ni usarán las mochilas, con llantitas que arrastraban por el camino y que mientras avanzaban hacían bastante ruido, ni pedirán libretas de personajes de moda, ni el clásico lápiz mirado que siempre perdían en clases, la pluma bic tan reconocida, ni gomas de figuras, se terminaron ya los desvelos viéndolas hacer sus extensas tareas, se acabaron los plumones de aromas, las crayolas y de cuando en vez descubrirles algún juguete que llevaban a hurtadillas.
Ya no vivo ese momento a las nueve de la noche pidiendo una cartulina, una carpeta, un juego geométrico... de la papelería, ni escucho el ma, mami, moms, madre que me sorprendía a las siete de la mañana o en la puerta de la escuela diciéndome que debía quedarme a una reunión.
Con el tiempo me han liberado de tantas situaciones, de un trabajo que hacía complacida por elección, porque podía y lo disfrutaba, también me han privado de su presencia, por viajes escolares, de placer o por la ley inquebrantable de la vida, volar para hacer un nuevo nido, una nueva forma de vivir y crecer. Por supuesto con la promesa de que volverán, que jamás, jamás, jamás me abandonaran y que siempre, siempre, siempre piensan en mí como yo en ellas.
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